jueves, 9 de julio de 2015

ISLA CRISTINA

    El pasado fin de semana disfruté de unas jornadas de relax y desconexión absoluto en Isla Cristina. En un hotel rodeado de pinares muy cerca de la playa de Parque Litoral con un entorno natural atractivo aunque sin mucho que destacar. Cerca del acceso del hotel a la playa había un estrecho camino paralelo al litoral, entre este y los pinares, que desembocaba en un pequeño paseo marítimo. 

    En el primer dia ya me fijé en ese acceso desde al hotel a la playa, donde me llamó la atención un pequeño montículo con un pinar solitario que se alzaba sobre el cielo, perfecto para una fotografía nocturna. Para este fin de semana me llevé mi Canon G1X mk2 con la que estoy cada día más satisfecho. Es la cámara ideal para llevarla en la bolsa junto a un trípode gorila y algún accesorio más,  un día ya os mostraré que suelo llevar en mi bolsa. 

    Apenas había caído la noche y la luna comenzaba a alzarse por la esquina inferior izquierda de la imagen, con un color rojizo que bien pareciera contaminación lumínica en la imagen, pero no, era una luna bastante grande.


    Al día siguiente prolongué el paseo hasta el final del sendero de tablas que os he comentado arriba, alcanzando ese paseo marítimo y la playa Punta de Caiman, más parecida a una salina, con una marea muy baja y varios botes y barcas varadas en la orilla. Ahí ya me fijé en varias barcas y encuadres interesantes para cuando regresase, bajar y meterme en la orilla a hacer las fotos que tenía pensadas.


    Finalmente llegue a la playa de El Cantil, cercana al faro, lugar recomendado por cualquier guía turística del pueblo. La lástima como siempre, la ausencia de nubes en un atardecer cuando más las echas de menos. Igualmente la marea baja me dió un buen juego para fotografiar la orilla con un tiempo de exposición relativamente largo sin que se movieran las barcas. 




    Caída ya la noche y de vuelta, tocaba bajar de nuevo a la Punta de Caimán para hacer la foto nocturna que tenía en mente. Con la marea más baja aun y en total oscuridad, me ayudé de una linterna para llegar, iluminando el suelo que pisaba, tratando de esquivar los centenares de cangrejos que abarrotaban la orilla. Algunos se escondían cuando les iluminaba, otros me amenazaban con sus pinzas cuando me acercaba. Hasta que llegué al sitio que buscaba, planté el trípode e hice la foto, con el único sonido de esa multidud de cangrejos hambrientos, moviéndose y buscando su alimento, algunos incluso llegan a quedarse lo suficientemente quietos como para salir en la foto, aunque apenas podréis verlos. 


    En definitiva, un fin de semana reconfortante, de relajación absoluta, sin olvidarme de la fotografía, gratificante y necesario para recargar las pilas. 


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