viernes, 5 de junio de 2015

EL DÍA DEL SEÑOR

    Ayer fue uno de esos tres jueves del año que relucen más que el sol, y por momentos el sentido de este dicho fue más literal que metafórico pues hubo momentos de verdadero calor en los que se agradecía esa ligera brisa que a ratos recorría la Avenida de la Constitución, trayendo además de un poco de refresco, ese singular olor al romero que cubría el suelo.

    Probablemente alguna vez haya dicho cuanto me gusta comenzar la jornada de Corpus antes incluso que salgan las primeras luces, acudiendo a la calle Sol a ver salir al Dios del Cáliz. Poca gente de público y un ambiente íntimo el que rodea el paso en su traslado de ida a su altar en el Palacio Arzobispal. En apenas un par de horas hacía su recorrido para llegar a las 8 de la mañana a la puerta lateral del Palacio.

    Y a las 8,30 daba comienzo la procesión eucarística, discurriendo en sus primeros metros por la avenida de la Costitución, en sombra, con los únicos contraluces que daban las bocacalles perpendiculares. Interminables representaciones de cada una de las Cofradías con el intermedio de los pasos que forman la procesión. 

    Santa Ángela, San Isidoro y San Leandro, las Santas Justa y Rufino,  San Fernando, el Niño Jesús,  etc...cada paso es adornado y portado como es costumbre por hermandades en concreto. Por ejemplo la Hermandad del Valle es la encargada de llevar la custodia de la Santa Espina, lo mismo que la Hermandad del Beso de Judas con la imagen de San Fernando o la Amargura con Santa Ángela de la Cruz...

    Un día que aun conserva un sabor especial y añejo. Con mucha historia a sus espaldas y arraigo en la ciudad. 

















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